viernes, 26 de marzo de 2010

JESUCRISTO SACRAMENTO DE DIOS EN LA IGLESIA.

Jesucristo sacramento de dios en la iglesia.

Reconociendo que los sacramentos son signos por medio de los cuales Dios establece una pedagogía con la que se da a conocer a los hombres; entonces, debemos también reconocer que en Jesús no solo se encuentra la plenitud de la revelación, sino que también en El se encuentra presente la vivencia sacramental de la iglesia que ve en Jesús la imagen viva de Dios, por tanto Jesús es el sacramento del Padre y sabiendo que la iglesia es el cuerpo místico de Cristo, entonces así se ha de entender también la necesidad de la vivencia sacramental dentro de la iglesia universal. "En Cristo, el Dios invisible e inaccesible se hace cercano "El que me ve a mí, está viendo al Padre" (Jn 14,9); es la única realidad que expresa cabalmente lo que Dios es (Jn 1,18) y la que asume en plenitud la experiencia que de Dios puede tener el hombre. De ahí que podamos afirmar que Jesucristo es el sacramento por excelencia, el sacramento primordial, del que beben todas las demás realidades sacramentales"
Cristo es considerado con todo derecho como el sacramento primero de Dios, pues él es Dios de una manera humana y es hombre de una manera divina. Ver a Jesús es ver a Dios; oír y palpar a Jesús es oír y palpar a Dios (1 Jn 1,1); experimentar a Jesús es experimentar a Dios mismo. Por eso Jesús puede ser considerado verdaderamente como el sacramento por excelencia, puesto que él es la realidad única que puede expresar con verdad lo que es Dios y porque sólo él puede asumir totalmente lo que en el hombre hay o puede haber de experiencia de Dios.
Jesús es el sacramento vivo de Dios, que contiene, significa y comunica el amor de Dios para con todos. Sus gestos, sus acciones, sus palabras, son sacramentos que concretizan el misterio de la divinidad. Jesús hace visible a Dios a través de su inagotable capacidad de amor, su renuncia a toda voluntad de poder y de venganza, su identificación con todos los marginados. "Porque no hay más que un Dios y no hay más que un mediador entre Dios y los hombres, un hombre, el Mesías Jesús" (1 Tim 2,5). Si los sacramentos son camino y encuentro de los hombres con Dios, es lógico concluir que Cristo, el Hijo de Dios, es el sacramento original, la fuente, la raíz misma de todo sacramento. Y cada sacramento tiene que ser revelación de Dios, el Dios que se nos ha revelado en Jesús. Por consiguiente, la celebración de un sacramento tiene que ser siempre manifestación de la presencia y la cercanía de Jesús a los hombres, porque sólo a través de él sabemos quién es Dios y cómo es Dios.

Todos los signos de la liturgia hacen referencia a Jesús. ¿Por qué? Porque Jesús es el gran signo de Dios, es el sacramento del padre.
A través de Jesús se nos ha manifestado Dios. A Dios nadie le había visto jamás, pero el hijo nos lo ha revelado. Jesús es la palabra hecha carne, el camino, la verdad y la vida y quien lo ve, ve al Padre.
Era este el pensamiento de santo Tomás de Aquino, y nos
equivocaríamos ciertamente de no seguirlo. La misión de Cristo se
cumple sacramentalmente en la Encarnación, que es palabra y
presencia en el mundo, -en la Pasión, que es revelación, renuncia al
mundo -, en la Resurrección, que es revelación y superación del
mundo de Dios.

Lo que la Iglesia recibe de Cristo es la misión misma del
Señor, ya lo hemos dicho. Ahora bien, ésta es sacramental. La
comunidad apostólica recibe pues el encargo de aplicar la Redención
adquirida en Jesucristo, significándola por sus palabras y sus actos,
por los vocablos que pronuncia y los gestos que hace. Los actos y las
palabras de la misión serán las mismas palabras y los mismos actos de
Cristo, puesto que la Iglesia es su Cuerpo, que vive de la propia vida
del Hijo de Dios, impregnando de su santidad, irradiando el Espíritu
santificador. El Cuerpo de Cristo «obra» Cristo, es acción sacramental,
transmite el Cristo Salvador.
La Tradición cristiana ha conservado todas estas enseñanzas. Para no
citar sino una voz en la cual escuchamos todas las demás, limitémonos
a esta frase de Santo Tomás de Aquino: «Del costado de Cristo
dormido en la Cruz han manado todos los sacramentos de que está
constituida la Iglesia (quibus fabricatur Eclesial)». En efecto, es en el
Misterio de Jesucristo donde tiene sus raíces el poder santificador de la
Iglesia; es en este Acontecimiento, doloroso y glorioso a la vez, donde
la Ekklesia primitiva se convirtió en comunidad sacramental.